El cloro es el compuesto número diez de nuestra serie de elementos esenciales para el cuerpo humano.
Es un químico que se utiliza frecuentemente para la purificación del agua y en desinfectantes, como en la lejía.
En grandes dosis es un elemento tóxico. Por eso se usó como arma química en la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, como componente del gas mostaza.
A pesar de ello, nuestro organismo necesita pequeñas cantidades para funcionar correctamente.
Uno de sus papeles principales es en la digestión, donde forma parte de los jugos gástricos del estómago. Gracias a él, las proteínas y grasas que provienen de los nutrientes pueden convertirse en unidades más pequeñas y seguir su camino al intestino.
Para que no dañe las paredes del estómago, existen vías de protección, como una capa de mucosa que recubre el interior de este órgano.
Además, cuando se une al sodio deja de ser tóxico y forma la sal común. De esta forma participa en el equilibrio de agua de nuestro organismo y en el mantenimiento de la presión arterial.
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