
La docente critica los llamados ‘superalimentos’ y los bulos sobre las supuestas propiedades beneficiosas de algunas comidas

La atracción por productos alimenticios alternativos, sobre todo si es impulsada también por celebridades del cine o del deporte, puede convertirse en una auténtica moda.
Es lo que le ha pasado al aceite de coco, cada vez más demandado en países como Reino Unido y comercializado por distintas marcas también en España. En la red circulan informaciones de todo tipo sobre los supuestos múltiples beneficios para la salud de este aceite, utilizado también como cosmético. La epidemióloga Karin Michels, de la Harvard T. H. Chan School of Public Health, ha apagado el entusiasmo y encendido el debate sobre sus características. En una conferencia impartida en una universidad alemana y visualizada ya más de un millón de veces en Youtube, la profesora definió el aceite de coco como «veneno puro» y afirmó que es «uno de los peores alimentos que se pueden usar». También criticó a otros alimentos de moda, como las semillas de chía o la fruta açaí.
En la web de La Masía, una marca española que vende aceite de coco, se afirma entre otras cosas que este producto favorece el adelgazamiento, aumenta las defensas inmunitarias y acelera el metabolismo. Informaciones como estas se encuentran con facilidad en muchas otras páginas de Internet. Además, distintos medios se han hecho eco de las dietas con aceite de coco de estrellas del cine como Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie o Jennifer Aniston. «Hay cada historia relacionada con el aceite de coco», dijo Michels en la conferencia pronunciada el pasado julio en la Universidad de Friburgo. «Pero todo eso es falso», agregó. La docente incluyó el aceite de coco en la categoría de superalimentos, productos que supuestamente generan múltiples impactos positivos para la salud y se convierten, así, en una moda.
«No hay ningún estudio realizado sobre humanos que muestre que tenga un efecto positivo”, explicó Michels durante la conferencia. “Es más peligroso que la manteca, ya que contiene un 92% de ácidos grasos saturados y casi no tiene ácidos grasos esenciales”, añadió. Las grasas saturadas bloquean las arterias que van al corazón y pueden conducir «a la muerte cardíaca», mantuvo, insistiendo en que, “cuanto más aceite de coco [se consume], más se bloquean las arterias y más riesgo de infarto existe”.
Michels criticó que las tiendas bio se hayan llenado en los últimos años de productos con ese tipo de aceite. “Lamentablemente, juegan con esto. No sé si es por ignorancia o si es una cuestión de beneficio”, señaló. La académica explicó que la publicidad en torno a ese producto ha funcionado muy bien y que se han escrito muchos libros sobre el tema, pero que «la mayoría de ellos carecen de datos fiables». Michels criticó también que se gaste dinero para agregar a la ingesta nutrientes como semillas de chía, açaí o té matcha, que supuestamente tendrían propiedades especiales. Dijo también que, al ser alimentos importados —que pueden ser cultivados con muchos pesticidas—, pierden su esencia durante el largo transporte a Europa.
«Cabe señalar que el aceite de coco contiene fundamentalmente ácidos grasos saturados», afirma a este periódico la experta de la Universidad de Navarra Estefanía Toledo. «Si bien el aceite de coco puede aumentar las concentraciones de colesterol HDL (colesterol «bueno»), este aumento de colesterol HDL no compensa el aumento de colesterol LDL (colesterol «malo») y el aceite de coco puede tener, por tanto, un efecto perjudicial sobre la salud cardiovascular si se consume regularmente», argumenta la investigadora. Toledo hace referencia a un estudio de la American Heart Association, también citado por Michels en su intervención, que recomienda sustituir grasas saturadas por grasas mono o polisaturadas, presentes en alimentos como las nueces, los pescados o el aguacate.
Peligros relacionados con los mitos sobre los ‘superalimentos’
El nutricionista Julio Basulto comparte con Michels la idea de que no hay «pruebas de los supuestos beneficios para la salud que muchos embaucadores atribuyen al aceite de coco». El gran contenido en grasas saturadas de este aceite «hace sospechar que quizás sea perjudicial para la salud», explica, aunque matiza que tampoco hay seguridad sobre eso, «porque no hay suficientes estudios». Ante la duda, «por principio de precaución», Basulto considera que es mejor decantarse por el uso de productos que no generan un impacto negativo para la salud, como el aceite de oliva o el de girasol. Para el experto, el consumo de estos productos es también más sostenible porque se pueden producir y distribuir en España con más facilidad.
Por el otro lado, Basulto cree que decir que el aceite de coco es «veneno puro» es exagerado. En su opinión, no está demostrado científicamente que el producto es tóxico y, por tales declaraciones, los que consideran que es beneficioso pueden aprovechar la oportunidad para acusar a los científicos de mentirosos y reforzar así su postura. «Sin darse cuenta [Michels] está dando credibilidad a los charlatanes», afirma este docente de la Universidad de Vic.
El nutricionista cree que existe una industria deseosa de crear falsos mitos a través del marketing en relación con ciertos alimentos. También considera que hay profesionales sanitarios «poco informados» y que, en general, hay mucha gente que busca soluciones rápidas a problemas complejos como el mantener un buen estado de salud. «Estamos poco dispuestos a cambiar de hábitos. Queremos la receta mágica. Si alguien nos la da, la compramos», reflexiona.
Otro peligro potencial de la difusión de bulos sobre productos como el aceite de coco es que se puede generar el llamado «efecto halo» o «talismán», asegura Basulto. Este efecto produce una «falsa sensación de seguridad» que hace que se llegue a empeorar el estilo de vida, explica. También hay personas enfermas que llegan a dejar «tratamientos de probada eficacia» por las falsas creencias que rodean los superalimentos, alerta el experto. En su intervención en la Universidad de Friburgo, Michels defendió que una alimentación correcta hace que los superalimentos no sean necesarios. En su opinión, existen buenos alimentos “de casa”, en los mercados, que son suficientes para nutrirse de manera sana.
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