En las últimas semanas los pediatras nos están alertando de un aumento significativo de casos de bronquiolitis infantil debido a la presencia fuera de temporada del virus respiratorio sincitial (VRS).
Ignacio López-Goñi, Universidad de Navarra
Este fenómeno también se está observando en otros países europeos e incluso en el hemisferio sur, en Australia y Nueva Zelanda.
El VRS es un Paramyxovirus altamente contagioso, que se transmite por contacto directo o a través de las gotas de saliva. Es un patógeno ubicuo que puede causar epidemias de bronquiolitis y neumonías especialmente graves en bebés y niños pequeños, de forma estacional en los meses de invierno. Sin embargo, esta pasada temporada de invierno, como ha ocurrido con la gripe, prácticamente no ha habido casos.
El distanciamiento social, los confinamientos y el uso de las mascarillas han sido las medidas más eficaces para reducir la incidencia del SARS-CoV-2 en todo el mundo. Son lo que en el argot epidemiológico se denominan “intervenciones no farmacológicas”. El objetivo es interrumpir la cadena de transmisión al colocar barreras físicas entre la persona infectada y los individuos vulnerables. Esto, además de evitar la transmisión del coronavirus, ha tenido un inesperado impacto en la circulación estacional de otros virus respiratorios. Por eso, el VRS o la gripe han dado lugar a epidemias muy débiles o prácticamente han desaparecido en esta última temporada, en ambos hemisferios.
Sin embargo, estas intervenciones no farmacológicas no parece que hayan tenido el mismo efecto en otros virus respiratorios como rinovirus, adenovirus o bocavirus, que han continuado circulando. Esto parece ser un efecto a nivel mundial: la pandemia de la covid-19 ha interrumpido las epidemias estacionales habituales de gripe y VRS, sin alterar la epidemiología de otros virus respiratorios. Un efecto similar ya se observó en el VRS durante la pandemia de gripe de 2009.
El que no hayan coincidido al mismo tiempo este invierno SARS-CoV-2 y gripe ha sido una muy buena noticia. Existía una seria preocupación sobre cómo se iba a comportar el solapamiento de ambos virus. Se había sugerido que el riesgo de muerte en personas infectadas por gripe y SARS-CoV-2 de forma simultánea era superior que en aquellas que solo estaban infectadas por el coronavirus, especialmente en mayores de 70 años. La coincidencia de varios virus respiratorios con el SARS-CoV-2 podría haber causado una carnicería en las personas mayores.
Varias son las causas que pueden explicar este declive de la gripe. No olvidemos que el SARS-CoV-2 y la gripe son virus muy diferentes.
Es muy probable que el menor periodo de incubación de la gripe, la existencia de inmunidad previa, la intensa campaña de vacunación de este año, las medidas de confinamiento, disminución de viajes, uso de mascarilla, higiene, distanciamiento social, etc. hayan tenido un mayor efecto en disminuir la transmisión de este virus. Por el contrario, en la transmisión del coronavirus además influyen mucho más el efecto de los aerosoles, el papel de los eventos y personas superpropagadoras y los asintomáticos.
Pero, ¿qué podemos esperar en los próximos años? ¿Podría verse este efecto beneficioso eclipsado por epidemias de gripe o VRS más intensas de lo habitual en el futuro? ¿El incremente de los casos de VRS fuera de temporada es un mal augurio de lo que nos espera este invierno?
Una ventana al próximo invierno
El Dr. Ortiz de Lejarazu y colaboradores han escrito un sugerente comentario en la revista Vaccines. En general, la inmunidad protectora contra algunos virus respiratorios tiene una duración limitada en el tiempo: la protección después de la exposición, ya sea por vacunación o de forma natural, comienza a disminuir en unos pocos meses. Es lo que se denomina seroevanescencia. Por ejemplo, en el caso de la gripe, la protección después de la vacunación antigripal puede caer por debajo del 60% un año después de la inmunización. Este fenómeno es mucho más acusado en ancianos. En el caso del VRS el efecto es un poco más complejo, y depende de la maduración del sistema inmunológico desde la infancia y de las infecciones reiterativas a lo largo de la vida, principalmente. Esto quiere decir que la ausencia de exposición a estos virus durante un tiempo puede disminuir la protección frente a ellos.
La acumulación de personas que están perdiendo esta protección (por falta de exposición, como hemos comentado) podría dar lugar a un grupo de personas susceptibles lo suficientemente grande como para causar epidemias de gripe más graves en el futuro, o un mayor número de casos de lo habitual para otros virus respiratorios. En este sentido, se ha observado que después de una epidemia de gripe de baja intensidad, la mayoría de las veces las siguientes epidemias tienden a adelantarse y a ser más intensas y más graves. Este fenómeno ocurre porque durante los inviernos cálidos la tasa de transmisión de la gripe es menor de lo habitual y eso implica que un número menor de personas adquieren una inmunización natural. Por lo tanto, se crea un grupo mayor de individuos susceptibles durante la siguiente temporada debido a una caída en la inmunidad colectiva.
La situación actual, en la que se está produciendo una menor incidencia de gripe y VRS de forma forzada por esas medidas que hemos denominado intervenciones no farmacológicas, podría ser similar a las epidemias más intensas que ocurren después de inviernos suaves. Por ello, podríamos esperar que este año la temporada de gripe se adelante y que fuera incluso más intensa y grave que otros años.
Por todo ello, de cara a este invierno se sugiere reforzar los sistemas de vigilancia de este tipo de virus en atención primaria, promover el diagnóstico diferencial (como los test rápidos de antígenos) que permitan distinguir el tipo de virus ante síntomas muy similares, reforzar los programas de vacunación antigripal sobre todo en personas más vulnerables y, desde ahora mismo, vigilar qué ocurre en el hemisferio sur. Evitar la covid-19 puede ser un arma de doble filo.
Una versión de este artículo fue publicada originalmente en el blog del autor, MicroBIO.
Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra
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