Los resultados de un estudio indican que la mejoría que se observó en el control de la frecuencia cardíaca a cargo del sistema nervioso autónomo independe del nivel de actividad física que se concreta a la edad adulta
AGENCIA FAPESP/DICYT – La práctica de deportes durante la infancia y la adolescencia aporta beneficios cardiovasculares para toda la vida, independientemente de que la persona sea físicamente activa o no a su edad adulta. Esto fue lo que demostró un estudio a cargo de investigadores de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, realizado con 242 habitantes de la ciudad de Santo Anastácio, en el interior del estado de São Paulo.
De acuerdo con los resultados publicados en la revista Sports Medicine Open, las ventajas que se observan están relacionadas con la modulación cardíaca autónoma (el control de la frecuencia cardíaca a cargo del sistema nervioso autónomo), un importante marcador de riesgo cardiovascular y de mortalidad.
“En este estudio analizamos la práctica deportiva porque la gente tiene más facilidad para recordarla. Y logramos ajustar los datos separando aquello que era beneficio cardiovascular fruto de la misma en la infancia o en la adolescencia y aquello que provenía de la actual actividad”, explica Diego Christofaro, docente de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Unesp, con sede en la ciudad de Presidente Prudente, interior de São Paulo, y autor principal del artículo.
De este modo, según añade el investigador, fue posible arribar a la conclusión de que los ejercicios físicos funcionan como un “ahorro” para su uso en el transcurso de la vida. “Los beneficios para el sistema cardíaco autónomo parecen ser permanentes”, afirma.
Tal como recuerda Christofaro, el sistema nervioso autónomo está dividido en dos ramas principales: el sistema parasimpático (que entre otras cosas hace que el corazón se desacelere) y el simpático (que se encarga de aumentar la frecuencia cardíaca). El buen funcionamiento cardiovascular requiere de un equilibrio entre ambos mecanismos.
“Sabemos que los ejercicios físicos son estresores, tan es así que lo esperable es que la frecuencia cardíaca y la presión arterial aumenten durante su práctica. Esto se debe en parte a los ajustes del sistema nervioso autónomo. ¿Pero qué sucede con el organismo cuando se practican regularmente deportes durante la infancia y la adolescencia? Van surgiendo adaptaciones para arribar al equilibrio ideal, con predominancia del sistema parasimpático”, informa el investigador.
En otras palabras, los ejercicios promueven una serie de adaptaciones para que el organismo responda más adecuadamente ante las situaciones de estrés. Y esto se mantiene aun cuando la actividad física sea menor durante la vida adulta.
La metodología
Este estudio poblacional comprendió la realización de entrevistas con los 242 voluntarios (en las cuales los mismos recordaron su historial de prácticas deportivas), que tenían en promedio 40 años de edad. También se concretaron pruebas para detectar parámetros de la modulación cardíaca autónoma.
Los participantes usaron sensores ponibles, que captan los latidos cardíacos y transmiten los datos a un reloj y a un acelerómetro, un dispositivo que va sujetado a la cintura durante una semana para cuantificar el tiempo y la intensidad de la actividad física cotidiana.
De acuerdo con los análisis, las personas que practicaron deportes durante la infancia o la adolescencia exhibieron mejores parámetros tanto en la variabilidad global de la modulación autónoma cardíaca como en la modulación parasimpática, independientemente del nivel de actividad física registrado durante el experimento.
“Estos resultados constituyen un argumento más a favor del estímulo a la práctica deportiva desde temprana edad”, remarca Christofaro.