Desde que se planta la hierba del tabaco hasta que apaga la colilla, el medioambiente sufre
PALOMA FIDALGO
Mucho nos han repetido ya cuáles son los daños del tabaco para la salud, pero resulta que también tiene un impacto perjudicial para el medio ambiente. Lo acaba de publicar la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) en su revista Archivos de Bronconeumología. No es la primera vez que se aborda el tema, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya lo analizó durante años y reunió sus resultados en el informe Tabaco y su Impacto Ambiental. Y los estragos afectan a todo el ciclo: desde que se planta hasta que se abandona la colilla en la calle.
«El tabaco exacerba la pobreza, reduce la productividad económica, contribuye que los cultivos de comida pierdan calidad y contamina el aire», ha expresado la OMS. Se necesitan 11 toneladas métricas al año de bosque para el cultivo de tabaco y el curado de sus hojas, y aún más para empaquetarlo y fabricar el papel de los cigarrillos. Sólo en China (país que encabeza las plantaciones de tabaco) se producen 3,2 millones de toneladas métricas. La siguen Brasil e India. El proceso ha llevado a una de las mayores deforestaciones que ha experimentado la Tierra, desde 1970 se han perdido 1.500 millones de hectáreas de bosques, lo que ha elevado en un 20% los gases de efecto invernadero.
La deforestación contribuye a un aumento de emisiones de CO2, al cambio climático, a la pérdida de biodiversidad, a la desertización y al aumento de la erosión del suelo, disminuye la fertilidad de éste y altera el ciclo del agua. El uso de agua para estas siembras también es preocupante, se utilizan anualmente unos 40 millones de galones para mantener los cultivos. Y una vez que las hojas de tabaco han crecido y se han desarrollado, pasan por un proceso de «curado» en el que se seca la hoja para poder elaborar los distintos productos (cigarrillos, tabaco para pipa, tabaco para mascar), y en muchos lugares esto se realiza a través del humo generado por grandes fogatas o chimeneas, lo que requiere gran cantidad de madera. Así, ese proceso de curación consume anualmente 11,4 millones de toneladas métricas de madera. Esto quiere decir que por cada 300 cigarrillos se necesita un árbol completo para la fase de curación.
Por otro lado, el proceso de manufacturación del tabaco requiere grandes cantidades de recursos naturales, y en él se emplean pesticidas, productos químicos, hielo seco, agentes decolorantes, papel, plásticos, acetatos, cartón y aluminio. Los fertilizantes de las siembras de tabaco absorben más nitrógeno, fósforo, potasio y otros nutrientes que los usados para otros cultivos, y eso deja la tierra muy debilitada y causa un mayor impacto sobre la salud del campesino, que además tiene malas condiciones salariales y de trabajo.
Y ya en la fase de crear el cigarrillo, se generan anualmente 8,76 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2). En el mundo 560 fábricas producen 6,25 billones de cigarrillos y otros productos de tabaco al año. Como comparación, las 13 fábricas más contaminantes del 2015 produjeron, entre todas, 10 millones de toneladas de CO2. Además, las compañías son las causantes de 10 millones de toneladas de desechos.
Por último, los trabajadores de las plantas de tabaco, además de estar sometidos a menudo a malas condiciones laborales, pueden sufrir la llamada ‘enfermedad del tabaco verde’, con náuseas, vómitos, cefalea, debilidad muscular y vértigo. Además, ese uso de pesticidas, como el dicloro difenil tricloroetano (DDT) y otros contaminantes orgánicos tienen consecuencias en la salud por exposición crónica, efectos como trastornos congénitos, tumores, cambios genéticos, desórdenes endocrinos, sanguíneos, neurológicos y psiquiátricos.
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