Además de los problemas de pobreza, el desarrollo de la economía en países africanos se ha visto afectado por la reducción en la oferta laboral, debida a la baja productividad de los trabajadores, quienes padecen las secuelas de este virus.
Así lo evidenció el estudiante Carlos Andrés Franco, de la Especialización en Administración en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), luego de determinar el impacto del VIH/sida en la macroeconomía de los países más golpeados por esta enfermedad, en particular en el continente africano.
Según las estimaciones mundiales, 25,5 millones de trabajadores agrícolas murieron de VIH/sida entre 1985 y 2006, y más de 16 millones morirán en 2020. La mayoría de la población en los países más afectados por VIH/sida vive en las zonas rurales, donde la agricultura y los oficios relacionados proporcionan un medio de vida para más del 70 % de la población.
Después de analizar fuentes secundarias de información, mediante la triangulación de esta con la teoría económica se observó que los países africanos más afectados por este virus han aumentado su gasto público de 2006 a 2009 para frenar la pandemia. Los costos fiscales se presentan especialmente en salud, educación y gasto social.
“En los 38 países africanos más afectados, en 2020 y 2025 se habrán perdido casi 10 años de expectativa de vida”, advierte el investigador, quien sostiene que también se prevé una reducción de la expectativa de vida en Bahamas, Camboya, Haití, Myanmar y República Dominicana.
En la mayoría de los países de África la actividad agrícola depende de la mano de obra, pero se ha demostrado que la oferta de trabajo en agricultura se ha reducido gradualmente a causa del VIH/sida, el cual ya es endémico en estos países.
Baja la oferta de trabajo
La baja productividad aumentó los costos empresariales e influyó en la rentabilidad de las compañías. En respuesta a esta situación, las empresas han disminuido su oferta de trabajo para personas enfermas o en gran riesgo de infectarse, lo que genera desempleo y afecta severamente al grupo poblacional entre los 15 y 24 años, en el cual se presenta el mayor número de nuevas infecciones.
Por ejemplo, la reducción en la productividad de Lesoto y Sudáfrica entre 1994 y 2002 fue del 23 y 15 % respectivamente. En ese sentido, la reducción de la disponibilidad de mano de obra calificada disminuiría las tasas de crecimiento en alrededor del 50 % y la inversión en un 75 %, mientras que las importaciones de alimentos y otros productos básicos se incrementarían y las exportaciones de productos manufacturados declinarían.
De otro lado, la pandemia de VIH/sida causa un fuerte impacto en el gasto público en cada país, lo que obliga a aumentar la deuda externa. Por eso se estima que el gasto público relacionado con el VIH/sida aumente dentro del rango de 0,2 y 3,5 % del presupuesto del Gobierno. La baja productividad del sector primario nacional también aumenta la importación de alimentos.
Por su parte, la deuda externa representa más del 90 % del gasto contra la lucha del VIH/sida en Malawi, Mozambique, Tanzania y Zambia. Para Estados Unidos –el mayor contribuyente– el equilibrio fiscal se deteriora vertiginosamente y permanecerá en déficit para los próximos años a causa de las donaciones y de las medidas para enfrentar el virus.
Otros países afectados
Fuera de África, donde se concentra la pandemia, el panorama no es muy alentador, ya que los efectos económicos de esta enfermedad se han sentido. Por ejemplo en 2006 el Banco Mundial estimó que Rusia bajó su producto interno bruto (PIB) en un 4 % a causa de la rápida propagación de la enfermedad. Una situación similar ocurrió en 2005 en Jamaica y Trinidad y Tobago, donde el PIB cayó en un 5 % como consecuencia de la pandemia.
El investigador comenta que –a partir de las proyecciones epidemiológicas y los objetivos del Marco Estratégico– se estima que probablemente para 2020 se eleve al 6,8 % del PIB, disminuyendo lentamente a 6,5 % en 2030.
La pandemia del VIH/sida afecta al sector de la salud, porque la demanda de atención médica aumenta, a la vez que se reduce su calidad y aumentan los costos. Esta situación lleva a que “la inversión en salud” incremente las oportunidades de los inversionistas internacionales, ya que el objetivo de mejorar las condiciones de los pobres se convierte en un elemento clave en las estrategias para el desarrollo económico.
“La donación de dinero por parte de los países del primer mundo a los países afectados por la pandemia es una estrategia para mantener su propia economía, ya que, una vez realizada la donación, el país afectado tiene que invertir ese dinero en las farmacéuticas privadas del mercado local, que tienen como dueños a los países del primer mundo”, explica el investigador.
En ese sentido, plantea como solución un nuevo modelo económico, debido a que las consecuencias macroeconómicas no han sido propiamente por el virus del VIH/sida sino “por la desigualdad social generada por el capitalismo, que desconoce que la enfermedad actúa de manera diferente según la condición social de la persona, prioriza la tasa de ganancia y no invierte en el sector salud y educación, sino que acumula la riqueza de forma desproporcionada”, concluye.
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