
Aprendizajes, preocupaciones, pensamientos, consejos, ideas, planes, deseos, opiniones, conocimientos, emociones… Vivimos en un continuo intercambio de información. Pero no solo nosotros, también nuestras células. Al mismo tiempo que está leyendo estas líneas, dentro de su organismo están teniendo lugar miles de conversaciones celulares.


Lucía Garrido Miranda, Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas CNIO
Nuestras células necesitan relacionarse y comunicarse entre ellas para llevar una vida equilibrada. O, dicho de otra manera, para mantener su homeostasis. Para ello cuentan con distintos sistemas de comunicación, entre los que destacan las vesículas extracelulares, que actúan como un “WhatsApp celular”.
Mensajeros celulares
Las vesículas extracelulares son una especie de burbujas que liberan las células. Nos las podemos imaginar como esas pompas de jabón que hacíamos cuando éramos pequeños o como los miles de lunares que ha plasmado la artista Yayoi Kusama a lo largo de toda su obra. Estas partículas se producen en el interior celular gracias a distintas maquinarias que trabajan en cadena y que finalmente las células liberan “soplando” hacia el medio extracelular. Es decir, lo que hay entre célula y célula.

Además, estas burbujas llevan en su membrana y en su interior moléculas que encontramos principalmente dentro de las células, como el ADN y ARN (que actúan como libro de instrucciones), proteínas (construcciones formadas a partir del ADN), lípidos (con una función más estructural) y otras muchas. Precisamente, estas moléculas constituyen la información que se envían las células entre ellas.
En cuanto a su estructura, son tan pequeñas que resultan difíciles de detectar, como cuando las burbujas de jabón se pierden en la inmensidad. En el laboratorio necesitamos aparatos mucho más potentes que los microscopios convencionales con los que observamos normalmente las células para poder llegar a visualizarlas.
A diferencia de otros mecanismos de comunicación entre células que se encuentran muy juntas, las vesículas extracelulares son capaces de viajar a través de distintos fluidos de nuestro organismo como la sangre, y alcanzar otras células que están más alejadas. Pero no llegan a cualquier sitio: estas partículas tienen muy claro su destino, como cuando nosotros mandamos un mensaje por WhatsApp.
Las conversaciones del cáncer
Una neurona del cerebro es muy distinta a una célula de la piel, del mismo modo que una célula sana no es igual que otra enferma. Esto también ocurre con las vesículas extracelulares que secretan cada uno de estos tipos celulares. Además, hay células que son “más tímidas” y no secretan muchas vesículas (quizás prefieren comunicarse de otra manera), mientras que otras directamente prefieren vivir aisladas.
Un ejemplo de conversación molecular es la que tiene lugar entre las células de un tumor primario y las células del lugar que van a colonizar, generando metástasis.
Las células tumorales, las que generan cáncer, tienen un único propósito: sobrevivir y seguir reproduciéndose. Por ello, hacen todo lo posible para continuar dividiéndose. Y cuando no se dan las condiciones necesarias para ello, en ocasiones, deciden buscar otro lugar y “comenzar una vida nueva”.
Para nosotros, esto no resulta fácil si en el sitio al que nos mudamos no conocemos a nadie o no tenemos una casa. Pues lo mismo les ocurre a las células tumorales, pero ellas lo tienen todo previsto.
Antes de comenzar su viaje, mandan mensajes (vesículas extracelulares) a las células cercanas diciendo que se van, que les dejen marchar, mientras que avisan a las lejanas de su próxima llegada. Además, también envían vesículas a las células del sistema inmunitario (ejército de nuestro organismo) evitando que los soldados (linfocitos) se activen. De este modo, evitan ser reconocidas, y, por lo tanto, atacadas y eliminadas.
Comprendiendo los mensajes celulares
¿Qué pasa si bloqueamos la liberación de vesículas extracelulares, si evitamos que se comuniquen las células? ¿Cómo se introduce la información en estas vesículas? ¿Qué le pasa a la célula que libera la información? ¿Y a la célula receptora? ¿Por qué las vesículas extracelulares tienen un destino determinado? ¿Cómo se pueden leer mejor estos mensajes? ¿Se pueden generar en el laboratorio ese tipo de partículas o algo parecido?
Son preguntas que quizás se hayan hecho al leer este artículo. Preguntas que muchas científicas y científicos estamos intentando contestar. Desde los laboratorios somos capaces de aislar y purificar estas burbujas celulares, así como de leer su contenido.
En la actualidad se está investigando la función que desempeñan estas vesículas en la salud y en la enfermedad y se están desarrollando formas de poder bloquear el envío de esos mensajes para poder desarrollar nuevos tratamientos y terapias. También se está intentando modificar esa información, e incluso crearla, de forma que seamos capaces de imitar las conversaciones celulares.
Además, se está mejorando la técnica con la que se extraen y se leen las vesículas. El objetivo es poder utilizarlos para diagnosticar de forma precoz una enfermedad, determinar su grado de gravedad o poder seleccionar de forma más precisa y personalizada qué tratamiento va a funcionar mejor en un paciente.
Aristóteles afirmó que “El ser humano es un ser social por naturaleza”. Y es que, como hemos visto, esa necesidad de comunicarnos la llevamos ya grabada en nuestras células.
Lucía Garrido Miranda, Investigadora predoctoral en Cáncer, Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas CNIO
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
