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El hígado graso no se limpia, se trata bajando de peso


No existe un medicamento, batido ni receta milagrosa que limpie o desintoxique el hígado. Así lo advierte el doctor William Otero Regino, coordinador de la Unidad de Gastroenterología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien asegura que la única vía efectiva para revertir el hígado graso es reducir el índice de masa corporal a través de un plan serio de alimentación y ejercicio.



La acumulación de grasa en el hígado, actualmente conocida como estenosis hepática asociada con disfunción metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés), puede desencadenar enfermedades graves como cirrosis, hepatocarcinoma (el tipo más común de cáncer primario del hígado), cáncer de colon, páncreas, mama o incluso trastornos cognitivos y síntomas similares al Alzheimer.

“No existe manera de limpiar el hígado: eso es un engaño a la comunidad”, afirma el docente en el ABC publicado en Periódico UNAL dedicado abordar este tema. “La grasa que se deposita por exceso de azúcar, harinas, grasas saturadas o alcohol solo se elimina bajando de peso de manera estructurada. Nada más funciona”.

Una enfermedad silenciosa y mortal

Aunque se trata de un órgano vital que cumple funciones esenciales como procesar los nutrientes que llegan desde el intestino, metabolizar azúcares, grasas y proteínas, regular los niveles de colesterol y eliminar sustancias tóxicas del cuerpo, el hígado puede comenzar a fallar de manera silenciosa. 

El hígado graso no produce síntomas evidentes en etapas tempranas, salvo señales como fatiga persistente, modorra o trastornos como ansiedad. Sin embargo, su progresión puede ser peligrosa. Primero aparece la esteatosis, que es la acumulación de grasa en las células hepáticas. Si esta no se revierte, se produce una inflamación hepática, una respuesta del cuerpo que intenta defenderse del daño, pero que termina afectando aún más al órgano. Con el tiempo, esa inflamación genera fibrosis, es decir cicatrices que reemplazan el tejido sano y dificultan el funcionamiento del hígado. Si no se actúa a tiempo, se llega a la cirrosis, una etapa avanzada en la que el hígado queda rígido, deformado y con funciones muy limitadas, lo que aumenta el riesgo de sangrados, confusión mental e incluso cáncer. 

Según el profesor Hidalgo, la grasa en el hígado genera sustancias químicas tóxicas que no solo lesionan las células hepáticas, sino que además afectan otros órganos, incluido el cerebro. Por eso, más allá del daño hepático, el hígado graso también incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diversos tipos de cáncer.

Dieta sí, pero guiada por expertos

Uno de los mitos más frecuentes es pensar que cualquier dieta sirve para combatir el hígado graso. Sin embargo, los estudios del grupo de investigación del profesor Hidalgo han demostrado que ninguna dieta genérica funciona por sí sola. El enfoque efectivo, si se inicia a tiempo, es un plan de alimentación diseñado por especialistas en metabolismo y enfermedades hepáticas, que puede incluso evitar cirugías bariátricas, procedimientos médicos que reducen el tamaño del estómago o modifican el sistema digestivo para facilitar la pérdida de peso y mejorar la salud hepática.

“He visto pacientes con sobrepeso severo que evitaban la cirugía gracias a planes de alimentación bien estructurados. No es hacer dieta, es seguir un modelo personalizado de reducción de peso”, enfatiza el investigador.

La recomendación es clara: eliminar definitivamente azúcares, harinas, grasas saturadas, agua de panela y chocolate, y adoptar una rutina de ejercicio constante. En casos extremos, cuando el índice de masa corporal supera los 35 y hay enfermedades metabólicas como diabetes o apnea del sueño, se recomienda evaluar la cirugía bariátrica.

Un problema de salud pública

El hígado graso ya es la principal causa de trasplante hepático en el mundo y una de las principales fuentes de cáncer. No obstante, el 80 % de las muertes relacionadas con esta condición no se deben a cirrosis, sino a problemas cardiovasculares y tumores.

“El público debe entender que esta es una enfermedad que se puede prevenir. Solo necesitamos una medida: controlar el índice de masa corporal. Esa es la clave para reducir muertes y mejorar la salud metabólica global”, concluye el profesor Otero.