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¿Investigamos lo que realmente importa? Una brecha incómoda en la ciencia médica del envejecimiento


Sergio Palacios Fernández, Universitat de València


Últimamente los hospitales están repletos de pacientes que superan los 85 años de edad. Sus ingresos han estado aumentando a un ritmo del 6 % al año en España. Tiene sentido si consideramos que la esperanza de vida sigue aumentando y, aunque vivimos más años, eso no necesariamente implica mejor salud.

Gran parte de esos años adicionales los afrontamos acompañados de enfermedades crónicas, lo que llamamos “expansión de la morbilidad”. Paradójicamente, muchas dolencias que afectan más a los mayores reciben poca atención científica.

¿Qué enfermedades suponen más ingresos hospitalarios en mayores?

Hay tres problemas que destacan claramente como principales causas de ingreso en mayores de 85 años, según sacaba a la luz en mi reciente tesis doctoral: insuficiencia cardíaca, infecciones respiratorias e infecciones urinarias. Si se mantienen las tendencias actuales, en 2030 estos tres diagnósticos provocarán casi un tercio de las hospitalizaciones en personas mayores

Por otro lado, problemas tradicionalmente vinculados al envejecimiento, como las fracturas de cadera o los ictus, están estabilizándose o disminuyendo. Probablemente se debe a la mejora de las medidas preventivas y a la implantación de hábitos más saludables. Sin embargo, reducir esos problemas no significa menos ingresos hospitalarios, sino únicamente cambios en los motivos de hospitalización.

Cuando una persona mayor es hospitalizada, esto suele marcar un punto crítico en su vida. Frecuentemente implica pérdida de autonomía y una rápida disminución de su calidad de vida. Por esta razón, estudiar las citadas enfermedades frecuentes es esencial para mejorar el cuidado en la edad avanzada.

El desfase entre hospitales y laboratorios

La investigación médica no siempre coincide con las necesidades clínicas más urgentes. Sorprendentemente, algunas enfermedades comunes en personas mayores tienen poca presencia en la literatura científica dedicada a este grupo de población. En concreto, las infecciones respiratorias pronto causarán casi el 13 % de los ingresos hospitalarios, pero solo representan el 0,5 % de los estudios en personas mayores de 80 años.

Algo parecido he observado que ocurre con las infecciones urinarias, que solo aparecen en el 4 % de las publicaciones. La neumonía apenas alcanza el 0,4 %. En cambio, los tumores, que solo motivan el 5 % de los ingresos, ocupan más del 30 % de la investigación científica en mayores.

Aunque en parte se deba a que muchos tumores se tratan fuera del hospital, también es posible que el prestigio, la financiación y la solidez de líneas de investigación ya establecidas sobre el cáncer acaban dejando fuera de la investigación otras enfermedades menos visibles pero más comunes

Consecuencias prácticas de esta brecha investigadora

La falta de investigación específica sobre esas enfermedades comunes afecta directamente a las personas mayores. Los profesionales médicos deben basarse en guías clínicas elaboradas para adultos más jóvenes, lo que provoca decisiones menos precisas, tratamientos menos efectivos y, en ocasiones, incluso inapropiados para pacientes mayores y frágiles.

Además, los temas que dominan la investigación determinan cómo se distribuyen los recursos económicos, los ensayos clínicos y la innovación tecnológica. Sin suficiente investigación es difícil mejorar el diagnóstico, la prevención y el tratamiento de estas enfermedades.

¿Cómo corregir este rumbo?

No se trata de abandonar las investigaciones actuales sobre cáncer u otras enfermedades relevantes. El reto está en ampliar el enfoque y dar más atención científica a patologías menos visibles pero muy frecuentes y limitantes.

Es fundamental diseñar estudios clínicos adaptados específicamente a personas mayores. Estos trabajos deben medir aspectos relevantes en esta etapa: autonomía, calidad de vida y tiempo sin enfermedad o ingresos hospitalarios

También es importante mejorar los registros y diagnósticos para identificar claramente las enfermedades más comunes en las personas de edad avanzada. Así se podrán orientar mejor los recursos y esfuerzos científicos.

Finalmente, utilizar datos masivos hospitalarios aplicados a la geriatría podría ofrecer información precisa para actuar eficazmente. La investigación debe conectarse estrechamente con las necesidades clínicas reales, no solo con intereses académicos o editoriales.

Una ciencia médica verdaderamente al servicio de los mayores

La población de edad muy avanzada no es una excepción, sino una realidad creciente. Estas personas merecen vivir más tiempo con salud y calidad de vida, no acumulando días en el hospital.

La brecha entre investigación y necesidades clínicas es evitable. Podemos y debemos corregirla mediante una decisión colectiva. Investigar adecuadamente las enfermedades que afectan a los pacientes mayores es una decisión sensata, ética y socialmente necesaria para construir un sistema sanitario humano, justo y eficaz.


Artículo ganador del I Premio de Comunicación Científica de la Universitat de València en la modalidad de Ciencias de la Salud


Sergio Palacios Fernández, Facultativo Especialista de Área de Medicina Interna, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.