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Cómo la fiebre tifoidea desencadena síntomas neurológicos graves


Aproximadamente el 15 % de los pacientes con fiebre tifoidea desarrollan complicaciones neurológicas graves, como delirio y convulsiones, que se describen colectivamente como encefalopatía aguda. Sin embargo, hasta ahora, los científicos no han comprendido con claridad los mecanismos que subyacen a estos efectos neurológicos potencialmente mortales.


por Bill Hathaway, Universidad de Yale


Un nuevo estudio de Yale, publicado en la revista Nature Microbiology, proporciona información crucial sobre cómo la fiebre tifoidea provoca encefalopatía. Los investigadores descubrieron que la toxina tifoidea, un factor de virulencia clave producido únicamente por la bacteria Salmonella Typhi, no daña directamente las células cerebrales , como se creía anteriormente. En cambio, ataca las células endoteliales que recubren la barrera hematoencefálica (BHE), causando una alteración significativa de la barrera y la consiguiente patología cerebral.

Los hallazgos brindarán información para el tratamiento de esta infección potencialmente mortal, que afecta anualmente a unos 12 millones de personas y causa alrededor de 200.000 muertes, principalmente en los países más pobres del mundo.

«Nuestros hallazgos reorientan el enfoque de las complicaciones neurológicas de la fiebre tifoidea, pasando de la lesión neuronal directa al daño vascular de la barrera hematoencefálica », afirmó el autor principal, Jorge Galán, profesor Lucille P. Markey de Patogénesis Microbiana y profesor de biología celular en la Facultad de Medicina de Yale. «Este descubrimiento es crucial para orientar los enfoques terapéuticos de una de las manifestaciones más graves de la fiebre tifoidea».

La fiebre tifoidea, causada por Salmonella Typhi, es una de las enfermedades humanas más antiguas documentadas. Se transmite con mayor frecuencia por alimentos o agua contaminados y se caracteriza por fiebre alta, dolor de cabeza, náuseas y, en algunos casos, complicaciones neurológicas potencialmente mortales.

El laboratorio de Galán identificó previamente la toxina tifoidea como responsable de muchos de los síntomas de la enfermedad. Única entre las toxinas bacterianas , la toxina tifoidea se une específicamente a las células humanas que presentan ciertas modificaciones de azúcar (glicanos Neu5Ac) en sus superficies, una característica ausente en la mayoría de los demás mamíferos.

Inicialmente, el equipo planteó la hipótesis de que la toxina tifoidea atacaba directamente a las neuronas, pero los modelos murinos contradijeron esta idea, ya que la inyección directa de la toxina en el cerebro no produjo síntomas neurológicos. Además, los ratones modificados genéticamente para proteger las neuronas de la unión de la toxina sí desarrollaron síntomas neurológicos.

«Este fue un resultado inesperado y sorprendente», señaló Galán.

En cambio, los investigadores descubrieron que la toxina tifoidea daña gravemente las células endoteliales que recubren la barrera hematoencefálica (BHE), una barrera protectora crucial que separa el torrente sanguíneo del cerebro. Este daño desencadenó inflamación, edema y disfunción neurológica en modelos murinos. Fundamentalmente, los ratones modificados genéticamente para proteger las células endoteliales de la unión de la toxina no mostraron síntomas neurológicos.

El equipo demostró que el tratamiento con el corticosteroide dexametasona mitigó eficazmente el daño inducido por toxinas en la BHE y redujo la inflamación y el edema cerebral.

«Nuestros hallazgos respaldan firmemente el uso clínico de corticosteroides en casos graves de fiebre tifoidea, lo que proporciona una justificación clara para las terapias dirigidas a la inflamación y la integridad de la BHE», afirmó Galán.

Más información: Heng Zhao et al., La toxina tifoidea causa neuropatología al alterar la barrera hematoencefálica, Nature Microbiology (2025). DOI: 10.1038/s41564-025-02000-z

Leyenda imagen principal: Prevenir la acción de la toxina tifoidea sobre las neuronas y las células gliales no previene la intoxicación. Crédito: Nature Microbiology (2025). DOI: 10.1038/s41564-025-02000-z