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¿Qué secuelas puede sufrir el hígado después de la eliminación del virus de la hepatitis C?


El virus de la hepatitis C (VHC) es un enemigo silencioso que afecta al hígado y, en sus formas más graves, puede cambiar la vida de quienes la padecen. Según la Organización Mundial de la Salud, unos 50 millones de personas viven con hepatitis C crónica, y cada año surgen cerca de 1 millón de nuevos casos.


Rubén Martín Escolano, Instituto de Salud Carlos III; Amanda Fernández Rodríguez, Instituto de Salud Carlos III; María Angeles Jiménez Sousa, Instituto de Salud Carlos III, and Salvador Resino García, Instituto de Salud Carlos III


En las últimas décadas, la medicina ha logrado un hito histórico en la lucha contra las enfermedades infecciosas: una cura definitiva para el VHC. Los antivirales de acción directa (AAD) tienen tasas de éxito superiores al 95 %, transformando la vida de millones de personas que antes se enfrentaban a una infección crónica que derivaba en cirrosis, insuficiencia hepática, cáncer de hígado e incluso la muerte.

Pero ¿es todo tan simple?

Aunque hemos dado un gran paso adelante, aún hay preguntas por resolver y retos que superar. Entre ellos, se encuentran los siguientes:

  1. Persistencia de nuevas infecciones del VHC. A pesar de los tratamientos efectivos, la transmisión del virus continúa, particularmente en poblaciones de alto riesgo, como usuarios de drogas inyectables o de prácticas sexuales arriesgadas. Eso plantea un desafío para la erradicación del patógeno.
  2. Acceso al tratamiento contra el VHC. Mientras que en países desarrollados está ampliamente disponible, los costes todavía constituyen un obstáculo importante, por lo que su acceso sigue siendo limitado en regiones de bajos ingresos.
  3. Falta de detección temprana de la hepatitis C. Sin síntomas claros en las primeras etapas, muchos pacientes no saben que están infectadas hasta que desarrollan cirrosis o cáncer hepático, por lo que el riesgo de infectar a otras personas es elevado.
  4. Secuelas. Se cura la infección, pero no la enfermedad. Eliminar el VHC no implica que el hígado recupere su salud por completo. Las consecuencias de la infección pueden perdurar, especialmente en casos de daño hepático severo.

¿Hasta qué punto se recupera el hígado?

El hígado es un órgano único con una capacidad sorprendente para regenerarse. Pero esta facultad queda comprometida por varios factores, como la gravedad de la lesión, la edad, algunas causas de daño hepático –como las debidas a hepatitis virales crónicas, que pueden dañar permanentemente el hígado– y la presencia de ciertas enfermedades como la diabetes y la obesidad.

Tras eliminar el VHC, muchas personas experimentan mejoras significativas, especialmente aquellas que presentan una infección reciente o menos grave. La inflamación disminuye y el hígado puede sanar en gran medida; en algunos casos, incluso aumenta de tamaño hasta alcanzar el tamaño original.

Sin embargo, esa capacidad de regeneración es limitada si el paciente ha desarrollado una cirrosis avanzada. Aunque disminuya la inflamación y mejoren algunos indicadores del funcionamiento del hígado, el daño severo no se revierte por completo.

En estos casos, la regeneración del órgano puede no ser suficiente para recuperar una función hepática normal, lo que podría llevar a la necesidad de un trasplante.

Cáncer de hígado: un riesgo persistente

Una de las mayores preocupaciones tras la cura del VHC es el riesgo de desarrollar cáncer de hígado, especialmente en personas que ya tienen cirrosis. Aunque el virus desaparezca, los daños acumulados pueden dejar una marca duradera.

Estudios recientes indican que el riesgo de cáncer en pacientes con cirrosis de larga duración sigue siendo significativo tras la cura, debido a que el VHC puede provocar modificaciones en la forma en la que se expresan los genes en las células hepáticas. Estos cambios, sorprendentemente, pueden mantenerse en el tiempo incluso después de que el tratamiento haya eliminado el virus.

Por tanto, es crucial mantener una vigilancia constante en estas personas para poder detectar a tiempo un posible desarrollo de cáncer u otras complicaciones. Esa necesidad de seguimiento puede incrementar de la carga y el gasto sanitario, pero permite anticiparse a un desenlace fatal, lo que supone un ahorro añadido de los costes.

La clave: detección temprana y vigilancia continua

Detectar la hepatitis C a tiempo marca la diferencia entre una cura sencilla y un camino complicado. Además, es crucial para reducir la propagación del virus.

Como se ha mencionado anteriormente, el diagnóstico supone un reto importante para los sistemas de salud pública debido a sus etapas iniciales asintomáticas. Esto provoca que las personas infectadas no se sometan a pruebas de detección, lo cual limita las opciones de tratamiento y aumenta el riesgo de complicaciones graves e irreversibles.

Por esa razón, las pruebas regulares de diagnóstico se convierten en una herramienta fundamental en la lucha contra el VHC. Los nuevos tratamientos (AAD) curan la infección en la mayoría de los casos, pero cuanto antes se detecte, más efectivo será el tratamiento para prevenir la progresión del daño hepático y evitar el avance de eventos tumorales. En cualquier caso, se requiere de un seguimiento continuo para evaluar la función hepática y prevenir complicaciones adicionales.

Eliminar la infección es solo el primer paso

En conclusión, la cura del VHC ha sido un hito en la medicina moderna, pero no elimina automáticamente las secuelas de años de daño hepático. La cirrosis, el riesgo de cáncer hepático y las limitaciones en la regeneración del hígado son realidades que muchos pacientes aún deben afrontar. Sin embargo, con la detección temprana, el seguimiento adecuado y un tratamiento adecuado, las personas curadas podrán llevar una vida más saludable y longeva.

El mensaje es claro: eliminar la infección por el VHC es solo el primer paso. Actualmente se estudian terapias regenerativas, como tratamientos con células madre para reducir la fibrosis hepática. Estas innovaciones podrían ofrecer nuevas oportunidades para aquellos pacientes con daño hepático irreversible y podrían transformar aún más el panorama de la salud hepática post-VHC.

Rubén Martín Escolano, Investigador postdoctoral «Atracción de Talento Investigador César Nombela», Instituto de Salud Carlos III; Amanda Fernández Rodríguez, Investigadora Miguel Servet en el Centro Nacional de Microbiología, Instituto de Salud Carlos III; María Angeles Jiménez Sousa, Investigadora Miguel Servet en el Centro Nacional de Microbiología, Instituto de Salud Carlos III, and Salvador Resino García, Investigador Científico de OPIs, Instituto de Salud Carlos III

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.