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Microbioma intestinal y salud mental: más allá del gueto gastrointestinal


Durante años, el intestino fue considerado un simple tubo digestivo. Hoy, sin embargo, los científicos lo llaman el “segundo cerebro”. No es una metáfora: en sus paredes habitan billones de microorganismos —bacterias, virus, hongos, arqueas— que participan en una conversación constante con el sistema nervioso y endocrino. Esa red de comunicación, conocida como eje intestino-cerebro, está reescribiendo la manera en que entendemos la mente.


Redacción Mundo de la Salud


Un diálogo químico entre microbios y neuronas

Investigaciones recientes muestran que muchas bacterias intestinales producen neurotransmisores como serotonina, dopamina o ácido gamma-aminobutírico (GABA), los mismos mensajeros que regulan el estado de ánimo. Al modificar su composición, el microbioma puede alterar indirectamente la química cerebral.
Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA Health, 2024) reveló que el ejercicio regular modula la diversidad microbiana intestinal y eleva metabolitos vinculados a la función cognitiva. Mientras tanto, la Clínica Mayo (EE. UU.) desarrolló en 2025 una herramienta capaz de medir el “índice de bienestar intestinal” integrando datos de millones de muestras humanas: un paso hacia un diagnóstico microbiano estandarizado.

Del intestino al cerebro (y viceversa)

El eje intestino-cerebro no funciona en una sola dirección. El estrés crónico altera la motilidad y la permeabilidad intestinal, favoreciendo la inflamación y el desequilibrio bacteriano. En sentido inverso, un microbioma alterado puede influir sobre el hipotálamo y las vías del cortisol, exacerbando la ansiedad o la depresión.
Modelos animales confirman esta conexión: ratones libres de gérmenes muestran comportamientos más ansiosos, que se revierten al trasplantarles microbiota de animales sanos. En humanos, los análisis de heces y sangre de pacientes con depresión resistente revelan niveles reducidos de bacterias productoras de ácidos grasos de cadena corta, compuestos esenciales para la integridad neuronal.

Entre el entusiasmo y la prudencia

La relación causal aún es difusa. Los estudios son correlacionales, las poblaciones pequeñas y las técnicas de secuenciación varían de un laboratorio a otro. De hecho, un informe de Le Monde (2024) advirtió que los test comerciales de microbioma ofrecen resultados inconsistentes y no deben usarse para decisiones clínicas.
Aun así, la ciencia avanza hacia intervenciones de precisión: probióticos personalizados, dietas moduladoras e incluso trasplantes fecales controlados en estudio para depresión o autismo.

Consejos prácticos

Mientras la evidencia madura, los expertos coinciden en medidas de bajo riesgo y alto beneficio:

  • Priorizar frutas, verduras, legumbres y alimentos fermentados.
  • Reducir ultraprocesados y azúcares añadidos.
  • Practicar ejercicio regular y controlar el estrés.
  • Evitar el uso innecesario de antibióticos.

El microbioma no es solo un reflejo de lo que comemos, sino de cómo vivimos. Y entenderlo puede abrir una nueva frontera en la prevención de enfermedades mentales y metabólicas.


Referencias:

  • Snyder, M. et al. Personal microbiome variability and health correlations. Cell Host & Microbe, 2024.
  • UCLA Health News. Exercise influences gut physiology in recent microbiome research, 2024.
  • Mayo Clinic News Network. Mayo researchers develop tool that measures health of a person’s gut microbiome (Gut Microbiome Wellness Index 2), 2025.
  • Le Monde (Paris). Study finds intestinal microbiota tests unreliable, 2024.
  • GutMicrobiotaForHealth. Key advances in the gut microbiome during 2024.
  • Yale Medicine. Gut microbiome changes linked to multiple sclerosis, 2024.