
Un estudio internacional pone en duda la creencia generalizada de que una educación formal más alta protege directamente contra el deterioro cognitivo y el envejecimiento cerebral. El estudio analizó datos longitudinales de más de 170.000 personas en 33 países occidentales, lo que lo convierte en uno de los estudios más amplios sobre envejecimiento cognitivo realizados hasta la fecha.
por la Universidad de Barcelona
La Universidad de Barcelona y el Institut Guttmann son los dos únicos centros de España que participan en el estudio, liderado por la Universidad de Oslo (Noruega) dentro del consorcio europeo Lifebrain.

Los resultados, publicados en Nature Medicine , refuerzan la necesidad de políticas y programas para promover la salud cerebral que vayan más allá de la actividad cognitiva y abarquen toda la vida, no sólo la infancia y la juventud.
Según estudios previos, si bien el número total de personas con demencia en todo el mundo está aumentando debido al crecimiento y el envejecimiento de la población, la incidencia parece estar disminuyendo y los adultos mayores tienen una mejor función cognitiva hoy que hace 20 años. Esta tendencia se atribuye a cambios en el estilo de vida de la población, y hasta ahora, la hipótesis más extendida sostenía que la educación formal podría proteger contra la neurodegeneración o el envejecimiento cerebral normal.
Sin embargo, el equipo ha descubierto que, aunque las personas con más años de educación formal tienden a comenzar con un nivel cognitivo más alto en la edad adulta, no experimentan un deterioro cognitivo más lento con la edad.
«Podría decirse que tener un nivel educativo superior te sitúa en una posición ventajosa al principio de la carrera, pero una vez que empieza no te permite ir más rápido ni te indica atajos: te enfrentarás a los mismos obstáculos que a los demás, y te afectarán igual que a todos», afirma el profesor David Bartrés-Faz, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud y del Instituto de Neurociencias de la UB (UBneuro), e investigador principal de la Barcelona Brain Health Initiative (BBHI) del Institut Guttmann.
Estudios previos han arrojado resultados contradictorios y, a menudo, se limitaban a muestras pequeñas o de un solo país. El estudio, ahora publicado, ha analizado más de 420.000 pruebas neuropsicológicas y de imagen de individuos de múltiples países y cohortes (europeas, americanas, asiáticas y australianas) con diferentes metodologías, lo que lo convierte en una de las investigaciones más sólidas y generalizables sobre el tema.
En total participaron 170.795 personas mayores de 50 años, pertenecientes a 27 cohortes longitudinales y con un seguimiento de hasta 28 años por participante.
En concreto, la cohorte BBHI contribuyó con 966 sujetos al estudio, mientras que la UB contribuyó con 161. Los participantes se sometieron a pruebas de memoria, razonamiento, velocidad de procesamiento y lenguaje, y 6.472 individuos también se sometieron a exploraciones de resonancia magnética cerebral para analizar parámetros como el volumen cerebral total y el volumen de regiones clave de la memoria (hipocampo y corteza prefrontal).
Una evolución muy similar
Según los resultados, un mayor nivel educativo se asocia con mejor memoria, mayor volumen intracraneal y un volumen ligeramente mayor de regiones cerebrales sensibles a la memoria. «Una explicación plausible es que son los rasgos neurobiológicos iniciales de los individuos los que favorecen un mayor nivel educativo, y no al revés», señala el investigador Gabriele Cattaneo (BBHI). Y todos los grupos, independientemente de su nivel educativo, mostraron un deterioro cognitivo y un envejecimiento cerebral estructural casi en paralelo a lo largo del tiempo.
Esto no quita que partir de una mejor reserva cognitiva ofrece una ventaja, ya que si se empieza con mayor nivel, se acabará con mayor nivel. Es evidente que la educación y la escolarización temprana mejoran la función cognitiva a lo largo de la vida, pero no influyen en la tasa de deterioro ni en el envejecimiento estructural del cerebro. Independientemente del nivel educativo, todos los cerebros cambian de forma muy similar en la mediana edad y la vejez —continúa Cattaneo—.
El artículo plantea importantes cuestiones para las políticas públicas sobre la salud cerebral y el envejecimiento saludable. «Si bien promover la educación sigue siendo esencial, los resultados indican que no es suficiente para un envejecimiento saludable. Es decir, no basta con acumular años de escolarización para proteger el cerebro del envejecimiento.»
“Es necesario un enfoque más amplio y multifactorial que incluya intervenciones a lo largo de la vida como la actividad física, la estimulación cognitiva continua, las relaciones sociales y la prevención de los factores de riesgo vascular”, concluye Javier Solana, director de investigación del Institut Guttmann.
Más información: Anders M. Fjell et al., Reevaluación del papel de la educación en el deterioro cognitivo y el envejecimiento cerebral en cohortes longitudinales de 33 países occidentales, Nature Medicine (2025). DOI: 10.1038/s41591-025-03828-y
