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Ciencia traslacional: cómo llevar soluciones médicas reales a donde más se necesitan


En muchas partes del mundo, la distancia entre el descubrimiento científico y su aplicación en los pacientes sigue siendo abismal. Mientras los laboratorios producen avances en biología molecular, inteligencia artificial o terapias génicas, millones de personas en países de ingresos bajos y medios se enfrentan a enfermedades comunes sin acceso a diagnósticos precisos, tratamientos adecuados o medidas de prevención efectivas. ¿Cómo cerrar esa brecha? La respuesta está en la llamada ciencia traslacional.


Luis Felipe Reyes, Universidad de La Sabana


Este campo, que ha ganado impulso en las últimas dos décadas, busca precisamente eso: transformar los hallazgos de la investigación básica en soluciones médicas concretas, ya sean farmacológicas, biológicas, tecnológicas o quirúrgicas, que mejoren la vida de los pacientes. No se trata solo de generar conocimiento, sino de moverlo, probarlo, adaptarlo y aplicarlo rápidamente en la práctica clínica.

Pero ¿qué significa esto en la realidad de un hospital público en Colombia, una clínica rural en Nigeria o un centro de salud en zonas pobres de Brasil? Aquí es donde la ciencia traslacional tiene el potencial de marcar una diferencia radical, pero también debe hacer frente a desafíos únicos.

Innovar en contextos de escasos recursos

En los países en vías de desarrollo, el reto no es solo inventar nuevas herramientas, sino adaptarlas al contexto local. Las soluciones deben ser simples, accesibles, sostenibles y, sobre todo, pertinentes.

Por ejemplo, un dispositivo de diagnóstico rápido basado en microfluidos (tecnología automática e integrada para identificar la causa de diferentes enfermedades infecciosas) y diseñado en una universidad estadounidense, puede ser modificado por un equipo local para funcionar sin electricidad constante y con insumos disponibles localmente. Es decir, un tratamiento de alto costo puede inspirar una alternativa biotecnológica regional, igual de efectiva pero fabricada con tecnología asequible.

Este proceso de “tropicalización” de la innovación médica es una parte esencial de la ciencia traslacional en contextos de bajos recursos. No obstante, para que esto funcione, se necesitan centros de investigación locales sólidos, conectados tanto con la comunidad científica global como con los sistemas de salud locales.

Centros traslacionales: puentes entre ciencia y salud pública

En países como Colombia, India o Sudáfrica han empezado a surgir centros de ciencia traslacional que reúnen a médicos, biólogos, ingenieros, epidemiólogos y expertos en salud pública para trabajar juntos en resolver problemas concretos. Su enfoque no es solo académico: resulta profundamente pragmático.

Un ejemplo claro es el desarrollo de ventiladores mecánicos de bajo costo durante la pandemia de covid-19, impulsado por equipos multidisciplinarios en universidades latinoamericanas. Otro es el diseño de pruebas moleculares rápidas para tuberculosis o dengue, validadas y producidas localmente.

Sin embargo, estos avances suelen depender de financiamiento puntual o donaciones externas, y muchas veces no se integran de forma sostenible al sistema de salud. La razón de fondo es estructural: la falta de una estrategia nacional sólida para la ciencia traslacional y, sobre todo, la escasez de expertos formados en este campo.

El cuello de botella: formación en ciencia traslacional

La ciencia traslacional requiere perfiles híbridos: personas que entiendan la biología molecular, pero también los flujos del sistema de salud; investigadores capaces de liderar ensayos clínicos, navegar regulaciones sanitarias y, al mismo tiempo, mantener el rigor científico. En muchos países en desarrollo, formar este tipo de talento es el principal cuello de botella.

La mayoría de los programas académicos siguen formando investigadores de laboratorio o médicos clínicos, pero no integran ambos mundos. Esto dificulta la sostenibilidad de los centros traslacionales y limita su impacto a corto plazo. Por eso, invertir en educación y formación traslacional es una necesidad urgente. No solo en posgrados, sino también en programas de capacitación técnica, alianzas universidad-hospital y redes regionales de colaboración científica.

Una inversión que sale a cuenta

Muchos gobiernos y agencias de cooperación internacional aún dudan en priorizar esta área. Pero los datos muestran que la ciencia traslacional puede ser altamente rentable. Al reducir el tiempo entre el descubrimiento y la aplicación clínica, se mejora la eficiencia del sistema de salud, se evitan tratamientos ineficaces y se acelera la respuesta frente a epidemias.

Además, al impulsar soluciones diseñadas localmente, se reduce la dependencia de tecnologías importadas y se genera capacidad instalada. En otras palabras, la ciencia traslacional es también una estrategia de soberanía en salud.

El futuro: colaboración y compromiso

Para que esto sea una realidad, es necesario un compromiso sostenido de múltiples actores: gobiernos, universidades, hospitales, el sector privado y la comunidad internacional. La creación de redes de ciencia traslacional en América Latina, África y Asia puede ayudar a compartir experiencias, estándares y recursos.

Desde ya, algunos organismos multilaterales han empezado a promover enfoques colaborativos en esta línea. Pero sin centros locales fuertes, sin talento humano preparado y sin voluntad política, la brecha seguirá existiendo.

La ciencia traslacional no es un lujo para países ricos. Es, al contrario, una herramienta esencial para resolver los problemas más urgentes de salud en el mundo real. Y su mayor impacto puede darse precisamente donde más se necesita: en los barrios, hospitales y comunidades que hoy afrontan sus desafíos con más ingenio que recursos.

Luis Felipe Reyes, Profesor de muy alto prestigio en Enfermedades Infecciosas, Universidad de La Sabana

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.